Sábado a la tarde. Estoy cansada. Es noviembre y el calor aprieta, comúnmente aprieta. La tarde es pesada y tengo mucha tarea pendiente. Quiero invertir en salud. Pensar.
Tengo una invitación de Norberto Vázquez Freijo. Me gustaría que vieras el espectáculo que dirijo, del Pami. Ah, digo. Ah...
Y voy. Cuando él invita es difícil decir que no porque su propuesta está siempre vinculada con el juego, con la música.
Llego al teatro, voy con un amigo. Estoy ya en El Tinglado.
Enseguida veo gente tranquila. Algunos vestidos con detalles distintos de los usuales: corbatas de colores, algún chal, bocas pintadas, tacos.
Hay tiempos de espera en común. Y hasta pensamientos en común, me atrevo. De qué se tratará esto.
Pasamos. Nos reciben los acomodadores, ah, eran actores, parece.
Se pueden quedar con las entradas, dice un señor.
Entusiasmo.
El público es una fiesta entre amigos que no somos, entre parientes que no nos conocemos.
En un semitono más oscuro, ya sobre el escenario, los actores. Teatro popular. Teatro de vecinos, parece. Teatro salud, acabo de leer en el programa.
Al rato se encienden las luces. Alguien saluda y explica rápidamente de qué se trata y aparece María Teresa, una compañera de teatro, con ropa de mimo, guantes blancos. Cara de cansada, pero una sonrisa sostenida, como si amadrinara a los que ya están pasando de su mano: cuatro personas muy mayores, con alguna dificultad para caminar, eso me parece. Algunos nervios como de colegio, como de acto de colegio. Y arrugas. Estoy segura de que tienen arrugas y el cuerpo cansado.
Empieza la función. No soy entendida pero se nota que quien acuna este espectáculo, porque de verdad se nota que alguien mece afectuosamente todas las escenas, cuida todos los detalles: los colores, las luces, el vestuario, las entradas, las salidas. Se miran entre ellos los actores y las actrices y señalan marcas internas.
Bailan, cantan, juegan con guitarras de madera y entonan temas con las otras guitarras, las verdaderas.
Tenían muchas arrugas. Estoy segura porque miré bien. Cuando aparecieron yo dije a mi amigo: se trata de personas mayores. Pero no estoy tan segura ahora. Tenían arrugas en los bordes de sus ojos, en el contorno de las bocas, pero ahora no. Vuelvo a mirar. Reviso las fotos, mi compañero saca una y otra foto, y sí, arrugas tenían. Ahora no las tienen. El cuerpo encorvado tenían otros, ahora no.
Y entraron algunos caminando con dificultad, pero los estoy viendo ligeros, sin pudores. Danzan y sus pies son alas, danzan y sus cuerpos estilizados se enlazan en los cuerpos de los compañeros, parejas eróticas son. Ojos bien abiertos, bocas dispuestas al beso.
Algún entendido arriesga y afirma que esto es una nueva tendencia, lo del teatro salud. Yo digo que no, que esto es una propuesta de Norberto, mi profe de Volver a ser Pibes, que ahora mismo está saludando al público con una varita.
Había olvidado decir que también es mago.
Un gran mago mi profe, porque borra las penas de los años.
Y eso, para este mundo cruel, es mucho.
Muy mucho, diría, si fuera más chiquita.
Lic. Silvia Paglieta
Coordinadora Lectura Región 2 (Buenos Aires-CABA)
Coordinadora Lectura Espacios No Convencionales
Directora Estación de Lectura Ernesto Sabato
Teléfono de contacto personal: (011) 1545653969
Ministerio de Educación de la Nación
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