Trabajo 2 seguimos tratando de darle historia y carnadura a los personajes del trabajo sobre sainete que iniciamos sobre los meses finales de 2019
Buenas noches, queridos Musijoleros. Mientras nos quedamos en casa podemos seguir pensando pequeñas cosas para ir enriqueciendo cada uno de los personajes. Ahora les vamos a pedir que por whatsapp, igual que hicimos con el Trabajo 1.
Escriban: 1) ¿Sabe leer y escribir?
2) ¿Fue a la escuela, dónde (en su país de origen o acá)?
3) ¿Aprendió a leer y escribir en casa con algún familiar?
Por supuesto cada uno lo hará desde su personaje en el Convento. A medida que lo vayan pensando escriban durante la semana. Les agradecemos enormemente su cumplimiento con la tarea anterior, nos emocionó y sorprendió el vuelo que cada uno sintió como propio. ¡A no decaer!!! ¡Vamos por más, queridos!!! Y a cuidarse mucho que pronto estaremos juntos. Beso enorme
Por orden de aparición en la obra teatral:
BOHEMIO: Ernesto Mincioni (Ernesto)
Cuando el “tano” Parisi me recibió por parte de un tío, al que nunca volví a ver, me trajo al conventillo. Él vivía allí con su “tana” en una piecita muy chica por lo que buscó de ubicarme en otro lugar. En realidad, todos vivían de la misma forma y algunos con varios hijos; todos excepto los abuelos Greta y Arturo, que en realidad eran los dueños del lugar, aunque habían delegado por su edad y para su descanso, la dirección y cobro a la encargada llamada Luisa, una petisa malhumorada a la que todos le tenían bronca. Como tenían en el fondo una piecita con altillo (todo un lujo) y no tenían hijos, me acogieron con gran afecto y me colocaron en el mencionado altillo, que si bien no era tan chico, apenas dejaba el lugar para mi catre y una pequeña mesita, pues estaba atiborrado de estantes llenos de libros, que eran la pasión de ambos. Allí se turnaban para enseñarme a leer y escribir, lo que asimilé rápidamente y sintiéndome maravillado por el entorno, comencé a gustar de los libros que rodeaban. Apasionado especialmente por los que narraban poesía que me hicieron flotar e imaginar. Lorca, De León, Nalé Roxlo, Gagliardi y tantos otros fueron mis mejores amigos y tal vez por ello me influenciaron en ese mundo poético y fue creciendo mi forma de versear, como un agradecimiento a la vida que me inspira. En ocasiones he soñado cosas que no he olvidado nunca y que han ayudado en mi forma de pensar. Pasaron a mi alma y le han dado un color nuevo, como cuando a la leche se le agrega un poco de café aromatizado.
LECHUZA: Osvaldo Ángel García (Osvaldo)
Soy Hilario, conocido como el Lechuza. Nací en la República de La Boca. Mi infancia fue como la de cualquier purrete de la época. Hice la primaria hasta segundo grado. Entrábamos a la escuela a las siete y media de la mañana. ¡Íbamos hasta los sábados! En el aula teníamos un brasero para dar calor en el invierno. Era muy difícil escribir con las manos frías. Me acuerdo de mis maestras: Jacinta de primero inferior, Carmen de primero superior y Laura de segundo grado. Cada una tenía su carácter pero además de enseñarnos nos daban su cariño. Llegué a segundo grado porque tuve que trabajar para ayudar a mi vieja. Hacía changas en el mercado y ahí aprendí lo bueno y lo malo. Siempre fui un poco “pillo” para rebuscármelas. Vi que la persona que no da amor es un ser vacío, pero acá en el convento amor es lo que sobra.
MERCEDES: Rosa Belardita (Rosa)
Fui una niña con dos nombres y dos apellidos muy importantes. Me eduqué en el Colegio de señoritas del Sagrado Corazón de Jesús. No imaginé nunca entrar a un conventillo (¡Qué lugar tan singular!) buscando a mi hijo enamorado de una de esas muchachas. ¡Y bailando una danza extraña! Salí horrorizada y desmayada. Pero tendré que aceptarlo.
MANCO: Roberto Fernardino (Roberto)
Soy el Manco. Me crié en un conventillo de La Boca. Íbamos a una escuela que quedaba a dos cuadras. Yo fui cuatro años, aprendí a leer y escribir y me gustaban mucho los números. Hacía cuentas y mamá también me enseñaba a pesar de no haber terminado toda la primaria, pero se fue cuando tenía nueve años y no quise ir más a la escuela. Empecé, entonces, a acompañar a mi papá para ayudarlo y aprender a “trabajar” de punguista en colectivos y tranvías, y otro tipo de asuntos como los cuentos del tío. Como ya les conté, eso no me gustó y entonces mi viejo me mandó a trabajar. Hice de todo, por eso digo que terminé la primaria y la secundaria en la escuela de la calle. Pero como los trabajos honestos no rinden volví a hacer lo que me enseñó mi viejo. Y así llegué a mi universidad, “La Gayola”, donde pasé casi cuatro años. Ahí se aprende mucho porque no cursás una sola carrera, las hacés todas. Al salir fui al conventillo de Doña Luisa, donde conocí gente buena y decente. Con el Lechuza nos hicimos muy amigos. A Doña Luisa no le molestaba que hiciéramos algo que no era muy honesto que digamos porque estaba aceptado por la gente. Ella era muy comprensiva porque también tuvo de chica una vida muy dura. Cuando le conté mi historia, con un poco de vergüenza, me dijo que a veces uno no puede con las vueltas de la vida, y aceptó dejarme vivir en el conventillo.
LUISA: Margarita Serra (Margarita)
Soy doña Luisa. Nunca pude ir al colegio pues de pequeña tuve que trabajar a la par de mis padres. ¡Esa era mi cultura la del TRABAJO!!!! Todas las mañanas cuando iba a limpiar las casas de los pudientes pasaba por la escuela que estaba cerca del conventillo. Miraba a los chicos con sus guardapolvos blancos y sus portafolios entrar a la escuela y al toque de la campana parecían palomitas blancas. Me daba un poquito de tristeza porque yo quería estar con ellos. Pasó el tiempo y tuve que hacerme cargo del Convento. Ya no estaban mis padres. Crié a mi querida hermanita Rosalía, mi sol y mi esperanza. Quería que ella tuviera una buena educación y por eso la llevaba a la escuela. Me encantaba acompañarla, peinarla y ayudarla pues mucho yo no sabía de matemáticas ni historia, geografía y gramática. Lo poco que sabía me lo había enseñado mi amiga Amalia. Aprendí las vocales, consonantes y poco a poco fui uniendo sílabas y pude escribir mi nombre y algo más. Para mejorar mi lectura leía el diario con muchas dificultades pero iba mejorando. Fui feliz cuando Rosalía pudo traerme su certificado de sexto grado. ¡Cómo la adoraba! Aunque a veces le daba un coscorrón porque no quería escribir y hacer algunos deberes. A pesar de lo poco que yo sabía la acompañaba en todo momento, me sentaba junto a ella para que hiciera la tarea. Los años volaron y mi pequeña hermana, mi chiquita, se enamoró de un judío y se está por casar. ¿Podré algún día ir a una escuela de adultos? ¡Que felicidad sería darle a Rosalía mi certificado de estudios! Sé que sería un orgullo para ella y me abrazaría fuerte diciéndome “¡Vamos lo lograste, felicitaciones!”
SAMUEL: Ludovico Pedro Nanut (Pedro)
Como dije en el primer capítulo, nací en lo que ahora es el Estado de Israel. Viví con mis padres Jacobo y Rebeca en Kibur. Fui al colegio primario recuerdo tener como maestro al Rabino Jacubovich y en secundario al Rabino Berman también recuerdo que mi primo Abraham, que es dos años mayor que yo, me ayudaba para hacer algunas tareas que yo no entendía. Pero lo que más extraño son las comidas que me hacía la mamele: knishes de papa con pepinillos, arenques ahumados, grivalach con carne kosher y también los dulces de la Bobe. Por si no lo recuerdan mi nombre es Samuel.
ROSALÍA: Beatriz Susana Ferrero (Susana)
Yo soy la hermana de Luisa la dueña del Convento. Me crié con ella porque de mis padres no supe nunca nada. Lulú, como le decía cuando era chiquita, al llegar a la edad de ir al colegio, me mandaba de mañana. Me gustaba, aprendía bien. Cuando llegaba Luisa, ya la llamaba por su nombre aunque me gustaba Lulú, me ayudaba a hacer los deberes. Me gustaba mucho la matemática. Ahí no había problema pero lenguaje sí me costaba y ahí estaba mi hermana de vez en cuando con un coscorrón. Yo adoraba a mi hermana, todos los días me peinaba y me llevaba al colegio. Me gustaban los recreos, bailábamos folklore, también teníamos clase de canto. A mi maestra en primero y en tercero, la señorita Mascaro, yo la quería mucho. En ese entonces íbamos los sábados al colegio y teníamos hasta sexto. Terminé el colegio y Luisa me mandó a aprender a coser. Y bueno, yo cosía y un día llevándole a Luisa la costura la encontré en el patio del Convento con un joven, y así fue que conocí al amor de mi vida
NADIRA (TURCA): Liliana María Nievas (Lili)
Donde yo vivía, la educación era obligatoria de seis a catorce años. Éramos nueve hermanos y, por supuesto, marchábamos en fila al colegio. Los ciclos allá son de cuatro años, cuatro primarios y cuatro secundarios. Recuerdo que había horario para todo, para tomar té, para orar, para descansar. Los maestros en el aula eran muy rigurosos, se hacía lo ellos decían. Cuando terminé el secundario le dije a mis padres que mi ciclo universitario lo haría en otro país y de esa manera salí de mi pueblo prometiendo volver algún día. Promesa que todavía no cumplí.
MARÍA: Marisa Jaime (Marisa)
Una mañana, mientras yo estaba colgando la ropa, mi amita me leía un cuento. Cuando de repente le dije: “¡Qué lindo saber leer!”. Y porque era tan buena conmigo que me dice; “¿Querés que te enseñé?”. Se me llenaron los ojos de lágrimas, porque era lo que más quería. Así que todas las siestas me enseñaba con mucha alegría. Después, con el tiempo, pude practicar sola. Entonces ella fue mi primera maestra, mi amita. Después con mi libertad fui al Convento y pude terminar la escuela que fue en San Telmo.
PEPA: Ana María Kimelmaller (Annie)
Mi nombre es Josefa Mouriño, pa’ servirles. Desde hace trece años, en que pisé el Convento, me hice muy amiga de Carmiña. Yo canto y bailo con mi pandereta mientras ella toca las castañuelas como un ángel. Yo no sabía leer ni escribir porque en mi Coruña natal siempre estaba entre las vacas, ordeñando o cuidando y limpiando el establo. Así que cuando llegue acá era una reverenda burra, pero como saben los argentinos son muy generosos y la dueña del Convento me enseñó primero a escribir mi nombre y apellido y después las letras y frases. Como era muy joven aprendí muy rápido y así pude conectarme con pa y ma que lloran de la emoción cada vez que tienen noticias mías. Mi idea es anotarme en una escuela nocturna y tener un título para ganar más platica. ¿Saben una cosa? Quisiera ser enfermera y de alguna forma pagar con mi labor a todos en el Convento y devolverles la alegría que ellos me dieron como por ejemplo cuando bailamos con la uruguaya candombera y con la hermosa turca mientras lavamos la ropa en el fuentón. Y… no se lo digan a nadie, me gusta mucho el Aureliano. ¡Ay, ay, ay! Que aunque es serio por ser el policía del barrio creo que me ha echado el ojo. ¡Ay, virgencita de la Macarena que se realicen mis sueños!
CARMIÑA: Marta Isabel Falcone (Lita)
¿Qué dicen? Aquí Carmiña otra vez. Me dio tanto gusto hablar con ustedes y contarles un poquito de mi vida, de cuando llegué de España con mi apá, mi amá y mis dos hermanas. Justamente días atrás nos pusimos nostálgicas, Pepa e Isabel se acordaban de nuestra infancia en un pueblito de España. Mi apá trabajaba en el campo desde la mañana temprano hasta que bajaba el sol, mi amá zurcía ropa ajena para ayudar con los gastos de la casa. Yo era muy chica y mi preocupación era ganarle a la soga a mi vecina Carmelinda, que se creía muy inteligente. Pero yo era más viva porque cuando podía le hacía trampa. Cuando jugábamos a las escondidas la espiaba. Lo que no me gustaba mucho era el colegio. Primero porque tenía que levantarme temprano y a mí me gusta dormir, ¿vio? Me acuerdo que mi amá me ponía el guardapolvo blanco, me hacía una trenza que me ataba con un gran moño rojo. A la vuelta regresaba con un bolsillo del guardapolvo roto, la trenza deshecha, el moño ya no era moño, por qué… porque jugaba a la pelota con los varones.. cómo me gustaba. Cuando llegaba a casa ¡agárrate Carmiña! La Pepa y la Isabel sí que eran inteligentes, me acuerdo que la Pepa un año fue abanderada y a la Isabel le dieron una medalla de plata, a mi la única medalla que me dieron fue la de la Virgen de Covadonga para mi primera comunión… Y bueno, ¿qué quiere que le diga? No me dentra y no me dentra. Eso sí, si tuviera que vivir de nuevo mi infancia la viviría tal cual, ¡fui tan feliz!… Aunque dos más dos sean cinco. Gracias por escucharme, en otro momento nos encontramos de nuevo. Con cariño la Carmiña.
ISABEL: Gloria Fabani (Gloria)
Me llamaban, Isabel, la Gallega. Cuando llegué a Buenos Aires de procedencia Galicia, España, con mis padres y dos hermanas, contaba con sólo seis años de edad. Era tiempo de empezar la escuela. Me inscribieron en una escuela cercana al Convento de La Boca donde vivíamos con familias y solitarios. Con distintas costumbres pero nos unía, la fraternidad. En lo que se refiere a mi aprendizaje en la Escuela, siempre me acuerdo cuando iba turno mañana, repetía de grado, y por la tarde estaba entre otras una de las mejores alumnas... Me gustaba aprender, a veces necesitaba quien me explicara algunas cosas, y fue mi madre en Matemáticas. También tuve buenas compañeras que hacían mejor mi aprendizaje. Le tomé cariño a la Escuela, completé todos los grados y hoy recordando todo aquello que transcurrió siento que fue una hermosa etapa de mi vida.
MALDONADO: Oscar Roberto Sili (Oscar)
Yo, Cacho Maldonado, no tuve una niñez muy linda porque me crié sin padre ni madre y las autoridades de turno decidieron mandarme a un orfanato. Allí transcurrió mi infancia con chicos que estaban en la misma condición que yo. Nuestros juegos eran las figuritas, las bolitas, la mancha y aprendí a hacer un barrilete. Así nos divertíamos. La escuela estaba dentro del hogar pero mis domingos se tornaban grises cuando mis compañeros tenían visitas y yo no. Pero un día mi maestra de tercer grado pidió un permiso al director y un domingo me llevó a su casa. Ella vivía con su mamá y almorzamos. A la tarde vino su novio y me llevaron al cine. Fue un domingo glorioso, brillante. Siempre la recuerdo, jamás la olvidé. Lo único que siempre me reprochaba era que yo tenía muchas faltas de “hortografía, i no sé porque si yo escrivo perfetamente bien”, ¿o no? ¡Maestra de tercer grado no olvido cuánto bien me hiciste, por vos amo la vida!
ASUNTA: Selva Moyano (Selva)
Hola, soy Asunta y les quiero contar mis días de niñez en aquel pueblito de Italia. Allí de pequeña he ido a la escuela. La Mamma me preparaba todo: la bolsita y un humilde delantal. Eso sí, no era todos los días. Lamentablemente había días que la mamma propiamente me mandaba a hacer cosas que ella no podía o no alcanzaba a hacer. Fue por eso que no pude terminar las clases nunca. No pasó mucho tiempo que tuve que partir del terruño con mi papá que me trajo a la Argentina. Nunca pude retomar la escuela y fui creciendo. De todas formas nunca perdí la esperanza de retomar aquello que quedó pendiente: ¡la escuela! Nunca hay que perder la esperanza. Este país siento que me ha recibido con.los brazos abiertos. Me encuentro bien. Lo hice mío. Aquí en La Boca me siento como si estuviera en Italia. Hay muchos paisanos y a todos nos dicen tanos. Hay una cosa que tengo como deseo profundo. Volver a ver a mi mamma. Traerla aquí conmigo ya que mi padre nunca pudo hacerlo. De la escuela recuerdo, eso sí, a un compañero, Nino. Nunca olvidaré el caminar juntos hasta la escuela entre las montañas. Lo guardo en mi corazón. Era absolutamente maravilloso. Nino me hizo conocer recovecos, cuevas, rincones del camino casi secretos. Tengo mucha añoranza de esa época y esos pocos meses de esos pocos años donde tuve la alegría de asistir a una escuela y de hacerlo con Nino. Lo que son las cosas. Hoy estoy aquí lejos de todo aquello. Y estoy feliz. Tengo a Pepino. Un buen muchacho pero que no quiere trabajar. Nunca encuentra algo para hacer. Es un vago pero yo lo quiero y sí, aunque me critiquen, yo aguanto todo porque ¡lo quiero!!!
PEPINO: Miguel Ángel Bermello (Miguel)
Estudié la primaria en un colegio de Barracas, no terminé sexto grado porque no quise ir más. Igual sé leer y escribir pero me hubiera gustado saber más y no ser tan bruto como mi viejo. Pero por suerte, estoy vivo, y trabajo con el carro decentemente.
POLICIA: Roberto Galizia (Beto)
Aureliano Gómez, la autoridad. Como dije en el comentario anterior, me crié en Almagro fui a la escuela pública.En aquél tiempo hasta sexto grado. No lejos vivían mi abuela y mi tío que tenía reparto de leche y lo hacía en el carro lechero. Cuando yo salía de la escuela por la tarde siempre me corría hasta su casa y lo ayudaba con el reparto con el tarro chico y con la jarra medidora de un litro o con las botellas de La Martona. Al terminar el reparto llevábamos el carro al corralón, donde se guardaba en la caballeriza. En el piso de arriba estaba el conventillo donde también se repartía la leche. Cuando me enrolé en la policía fue a la fuerza. Al poco tiempo me destinaron en La Boca. Aquí la gente es buena, aunque también hay de los otros. El Convento es distinto a otros. Hay inmigrantes de todos lados: Italianos, españoles, franceses, árabes, uruguayos y hay un turco también. ¡La historia continuará!!!
FORTUNATO: Carlos Manuel Martín (Carlos)
¡Hola!!! Soy Fortunato Gardés. El otro día en el comentario que hice sobre parte de mi trayectoria quedaron espacios en blanco, por ejemplo mi niñez. Fui al colegio en la Capital Federal. Me quedaba con mi abuela los fines de semana y como ella trabajaba durante la semana yo vivía en Devoto en la casa de mi tía y concurrí al colegio República de Panamá. En la parte educativa nunca tuve problemas gracias a mi buena memoria, me deslicé sin tropiezos, quizás porque mi tía me enseñó a leer en una revista que se llamaba El Pato Donald antes de ir al colegio. Entré a clases con un año de ventaja, luego por mi espíritu de aprender siempre intente estar adelantado, en primero superior tuve mi primer satisfacción: cantar en el coro del colegio. Participaban los alumnos de tercero hasta sexto grado. La profesora de música en su clase semanal me convocó a formar parte del coro, con mucha alegría acepté. A la par de esto también asistí al seminario metropolitano a aprender catecismo. La astucia de los sacerdotes hacía que habilitaran dos canchas de fútbol de 14 a 16, pero primero te predicaban el catecismo, también los domingos si concurrías a misa te daban una entrada gratuita para ver películas que se exhibían que generalmente eran cintas cómicas, cowboys y otros héroes. Aquí les cuento todas las actividades obligatorias. El resto.de la jornada era para los juegos que ya han quedado en el olvido, las figuritas, las bolitas, la payana y el balero. La calle era de una sola vereda, enfrente estaba el alambrado del Federico Lacroze, tranvía que luego se transformaría en tren. Teníamos cerca la plaza de Devoto con los tradicionales juegos de hamacas, subibajas, toboganes y tíovivo. También me llevaban hasta la General Paz donde también había un parque con juegos. Por las noches leía muchos cómics, libros tradicionales de aventuras, la televisión no existía, escuchaba la radio, tangos y los programas cómicos que había en esa época. La pasé bastante bien y mi segunda satisfacción, esta no a través del canto sino de mi orgullo patriótico al ser designado en sexto grado abanderado del colegio. Cantar el himno con la bandera enclavada dentro del thali, mi mano sosteniendo el asta. Me hacían escapar unas lágrimas de emoción. En esa calle angosta de una sola mano jugábamos a la pelota, a veces alguna vecina cascarrabias llamaba a la policía, el patrullero venía lentamente dos cuadras antes lo veíamos y cuando llegaba ya habíamos disparado. También jugábamos al cabeza con la famosa pelota de goma marca Púlpito. Las chicas jugaban a las escondidas y saltaban a la soga. ¡Lindo haberlo vivido para poderlo contar!!!
IVONNE: Mirta Yerba (Mirta)
Afortunadamente, al ser hija única, mis padres pudieron darme una buena educación. Me formé en un College Francais, de monjas, Lástima que a mí mucho no me gustaba. Debía prepararme para el futuro. Pero mi futuro, fue correr tras el amor de un compadrito y me vine con él. Medio vago resultó, pura pinta y milonguero, de trabajar muy poco. Traté de prepararme un poco para trabajar, y estudié dactilografía en las academias Pitman pero me resultaba todo muy difícil por el idioma y el compadrito poco me ayudó, era celoso. Me hubiera gustado estudiar enfermería y ser como mi madre pero tal vez de ahí viene mi vocación por cuidar los niñitos. A pesar de las dificultades siempre estoy aprendiendo nuevas cosas y ya de adulta pude hacer mi secundario. ¡Todo sirve!
AMALIA: Olga Celina Strubbe (Olga)
Soy Amalia. Mi niñez fue muy linda. Mi papá tenía un negocio de vinos y frutas secas y media bodega en la hermosa provincia de Mendoza. Y digo media porque tenía un socio. Viajábamos, en verano visitábamos Tunuyán, General Alvear y parábamos en la bodega. Recuerdo mis tardes paseando por debajo de los viñedos y entre las cubas donde el vino espera su madurez. Era hermoso. Con los hijos del bodeguero, Blanca y Juan, caminábamos, juntábamos los huevos de las gallinas, que eran como cincuenta, y a pesar de tener un hermoso gallinero ponían sus huevos en otros lugares. También caminábamos hasta el tambo a buscar la leche de todos los días. ¡Era tan feliz! En época de clases solo viajaba mi papá cada tanto. Me mandaron medio pupila a un colegio de monjas, la Inmaculada Concepción de María del barrio de Almagro. Ahí entraba a la 7 y salía a las 17 hs. Todo era muy estricto pero hermoso, feliz hasta los 17 años. Un tiempo después por medio de una amiga conocí a Natalicio. Ahí comenzó mi desdicha y mi historia cambió.
ROSITA: Josefina Di Maio (Josefina)
En ese conventillo pintado de varios colores pasé mi infancia y por esas calles angostas justo en la esquina, la escuela, con sus techos de chapas rojas y lo alto la bandera, la más linda. Mi maestra, la señorita Elvira: “Rosita pase al frente con su libro, página 5”. ¡Uyyy, justo la que no estudié! Y luego, ya en el conventillo, la tarea sobre una mesa de madera, una taza de leche caliente y el cuaderno cuadriculado. La letra M y la A, MAMÁ. En algunos momentos me distraía y pensaba: “¿Qué voy a hacer cuando sea grande?”, pero mi madre enseguida me volvía a la realidad: “Rosita, la tabla del 2”. Otra vez a estudiar… Así fui creciendo. ¡Cuántos recuerdos vividos! Ya soy una adolescente y sigo en el conventillo. ¡Mi lugar, mi barrio! Esperando que pase Maldonado. ¡Qué buen mozo!!!
FILOMENA: Rosa María Papaianni (Pochi)
Cómo ya les conté llegamos al Convento recién iniciada mi juventud con una madre que me cuidaba pero con sus miedos al barrio de La Boca. Por más que le explicamos que era toda gente de trabajo su cabeza siguió allá en la calle Ciudad de la Paz, en el barrio de Belgrano. Nunca asumió que eso era ya pasado. Por esto no podía juntarme con jóvenes de mi edad, entonces soñaba encontrándole pareja a las chicas que vivían en el Convento, les aconsejaba señalándoles al muchacho que les convenía, y a ellos ensalzando las virtudes de las niñas, muchas veces no muy agraciadas, pero siempre les agregaba dotes y cualidades que no debían dejar pasar, así que buscaban mis consejos. A Rosalía, la hermanita de la dueña de casa, la ayude protegiéndola cuando no quiso más al abogadito que la pretendía y quedarse con el muchachito que llegó de Israel ya que se flecharon ni bien se vieron. Así sin querer me transforme en Celestina.
Conclusión
Luego del Trabajo 1 y siempre en relación con los personajes del PATIO DEL CONVENTO, ésta vez quisimos conocer primeros recuerdos y experiencias durante la niñez, así como la aproximación de cada uno al proceso de lectura y escritura, y su paso por la vida escolar. Aparece en sus relatos el significado social y la importancia de lo aprendido en la Escuela, como organizador de la vida infantil. El recuerdo sensible de las maestras, aún con su nombre, durante los primeros años. Variedad de respuestas y retazos de vida de cada uno, personajes que van entretejiendo sus historias y emociones, recuerdos y momentos de otros barrios, otros lugares, épocas que van quedando atrás. Es importante resaltar cómo, en varios de los escritos, aparecen referencias a otros inquilinos del Convento. “Los otros” están presentes con su peso y carnadura propios. De esta manera apuntamos al logro de algunos objetivos que nos propusimos durante el Trabajo N°1. Una vez más, señalamos la cálida recepción por parte del grupo para el cumplimiento de la tarea, así como su nivel de participación y compromiso. Seguimos adelante con esta gratificante labor. El proceso creativo nos alienta y estimula para continuar ideando, proyectando, aprendiendo y acompañando a nuestro querido grupo Musijol durante estos difíciles momentos, transitando técnicas que se usan habitualmente con los actores para ir creando los personajes que luego saldrán a escena9
No hay comentarios:
Publicar un comentario